Es muy común escuchar hoy en día que es muy importante el autoconocimiento, frecuentemente escuchamos frases del tipo “Hay que conocerse a uno mismo para saber cuál es su propósito en la vida y alcanzar el éxito” o “Para ser feliz tienes que conocerte y amarte a ti mismo” o bien "El autoconocimiento es el camino para la iluminación y la sabiduría”. Algunas de estas frases suenan muy bien, otras no tanto, pero la pregunta aquí es ¿Cómo se logra el autoconocimiento? ¿Cómo podemos descubrir algo sobre nosotros mismos? ¿Qué hay que hacer? No basta con sentarse a la orilla de la cama y preguntarnos “¿Quién soy? ¿Qué me gusta? ¿Qué quiero en la vida?” Para descubrir respuestas, hay que hacer mucho más: trabajar muchísimo en nosotros mismos para poder comprender quiénes somos. Esto significa trabajar en el día a día, en la vida práctica pero ¿Cómo hacerlo? Bueno, vamos a pensar un poquito al respecto.
Como podemos observar, nuestra sociedad tiene una idea sobre el autoconocimiento bastante escueta, que no se sustenta en un conocimiento concreto del sí mismo, sino que genera una idea ambigua sobre el conocimiento respecto a qué significa lograr conocerse a sí mismo. Es decir, una persona que dice conócete a ti mismo no nos dice qué es lo que debemos conocer de nosotros mismos.
¿Cómo me doy cuenta que ya me conozco a mi mismo?
Recuerden que todo en la vida es un proceso, por lo que nunca podrán decir “ya terminé de conocerme a mi mismo” ya que es un conocimiento constante que se construye a partir de nuestras transformaciones. Nunca vamos a terminar de conocernos a nosotros mismos al cien por ciento pero, si trabajamos en ello al menos podremos tener una buena idea de quienes somos.
Michael Foucault, filosofo francés al que ya hemos mencionado en otras ocasiones, hizo un análisis sobre el autoconocimiento y el cuidado de sí. En un par de cursos que impartió en el Collegue de France, planteó que nuestra sociedad contemporánea, solamente le da importancia al autoconocimiento olvidando lo que significa cuidar de uno mismo. Los griegos, como Sócrates, Platón o incluso los estoicos, sostenían que la base que nos permitía alcanzar el autoconocimiento era el cuidado de sí mismo, es decir, aprender a cuidarse a uno mismo para poder conocerse a sí mismo. ¿Cómo podríamos conocernos a nosotros mismos si somos incapaces de cuidarnos a nosotros mismos? Esto tiene que ver con la idea de la autonomía, el hacerse cargo de uno mismo.
El cuidado de sí, implica en sí mismo el autoconocimiento, pues al aprender a observar mi cuerpo, a percibir si algo le hace daño o le hace bien estoy generando un conocimiento sobre mi cuerpo; si aprendo a observar qué es lo que me afecta en la alegría y qué me afecta en la tristeza puedo entonces escoger conscientemente relaciones y afectos que me generan alegría y evitar los que me generen tristeza. El cuidado de uno mismo nos permite establecer una relación con nosotros mismos. Para llegar a conocerme es necesario establecer una relación conmigo mismo en la que yo pueda saber qué me hace bien y qué me hace daño. Una vez establecido ese primer conocimiento, entonces puedo profundizar en la observación de mis límites, mis actitudes, emociones, sentimientos, ideas, miedos, creencias, deseos, etcétera. Ahora bien, para aprender a cuidar de uno mismo, hacen falta dos cosas: Observación y coraje, o valentía, cómo quieran llamarle.
Pero ¿Cómo me observo a mi mismo?
Aprender a observarnos significa poner atención en cada paso que damos, en cada cosa que hacemos. Es darnos cuenta de las reacciones corporales y anímicas que tenemos, que sensaciones me genera esto que estoy viviendo, cómo le sienta este o ese alimento a mi cuerpo, cómo estoy respirando, en qué posición me siento cómodo, cuál es mi movimiento corporal, etcétera. Esto significa no dar al cuerpo por sentado, no dar por hecho que lo conocemos solamente porque lo tenemos desde que nacimos. Al relacionarnos con nuestro cuerpo desde el cuidado de uno mismo podemos aprender un montón de cosas sobre nosotros, observarnos desde el autocuidado nos obliga a preguntarnos qué es lo que me hace bien y qué es lo que me hace daño, y esa pregunta abarca, no solamente el cuidado de mi cuerpo, sino el cuidado de mi espíritu, de mis pensamientos.
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Esta practica del cuidado de sí, nos lleva a la idea de que en buena medida el bienestar depende de nosotros. Nosotros somos los principales actores de nuestra manera de estar en el mundo, es decir, nosotros somos los responsables de nuestras ideas, emociones, actitud, reacciones, etcétera. Pero ojo, esto no quiere decir, como lo señala los nuevos discursos de autosuperación que proliferan en redes sociales que dicen “Si sufres, eres infeliz o pobre es porque tú quieres.” no, esto es una falacia, sabemos que eso no es así. Recuerden que todos nacemos inscritos en una sociedad y en una cultura, lo que hemos llamado en este podcast pecera cultural, que limita y norma nuestras relaciones y nuestros afectos y es precisamente esta cultura, esta pecera, donde se determinan los lineamientos de quiénes podemos ser, por eso, si no establecemos una relación con nosotros mismos desde el cuidado de sí, será entonces la sociedad la que nos diga quiénes podemos ser o quiénes somos, cómo debemos sentir y qué debemos desear, es decir, abandonamos nuestra vida a los determinismos de un sistema, no nos hacemos cargo de nuestra propia vida y vamos como zombies dando tumbos repitiendo lo que nos dijeron que era la vida. Es aquí donde se liga el segundo elemento necesario para el cuidado de sí, el coraje.
Para explicar el coraje, vamos a recuperar dos conceptos que analiza Foucault.
El primero es un termino en latín que es Sapere aude, este término lo utiliza el filósofo Kant para explicar su idea sobre la ilustración, que nos dice que la humanidad se encuentra en un estado de minoría de edad intelectual, o sea, que no hemos desarrollado con suficiencia nuestro intelecto y hasta que no salgamos de esta minoría de edad, no conseguiremos formar una buena sociedad. Esta idea de Kant tiene un montón de implicaciones muy interesantes que podríamos analizar pero en otro episodio, por ahora nos vamos a enfocar solamente en una idea, que es algo así:
Las personas que se encuentran en un estado de minoría de edad intelectual se ponen bajo la dirección de otras personas, es decir, necesitan guías, y no porque sean incapaces o se les imponga, pues nace siendo incapaz de pensar, ni a nadie se le asignó un guía espiritual o un maestro que les vaya a enseñar a pensar, sino que sucede por una cuestión de voluntad general. Es decir, simple y sencillamente porque las personas no quieren conducirse a sí mismas, no están dispuestas a hacerse cargo de sí mismas, ya sea por miedo o por desidia. Pero recuerda, siempre que tú no te hagas cargo de ti mismo, habrá alguien que si quiera hacerse cargo de tu vida, así que pregúntate ¿en manos de quién estoy dejando mi propia vida? y es en este sentido que Kant nos convida a transformar nuestras vidas haciéndonos cargo de nosotros mismos.
Sapere aude significa tener el coraje de valerte de tu entendimiento, es decir, aprender a hacerte cargo de ti mismo valiéndote de tu propio entendimiento, pues como dice Kant: “Donde hay ausencia de razonamiento, de pensamiento, solo puede haber obediencia ciega.” por ejemplo, el oficial militar que les dice a sus soldados “No razonen, obedezcan.”; o el sacerdote les dice a sus feligreses “no razonen hijos míos, crean.”; o el funcionario de hacienda que viene a decirnos “Tú no razones, no alegues, págame y todo listo.”; o incluso el profesor que nos dice ”No razonen, copien lo del pizarrón, lo del libro y no me molesten mas, por favor.”
En fin, vamos a dejar hasta aquí la idea del Sapere Aude y vamos a recuperar ahora el segundo concepto que Foucault recuperó y que tiene que ver con el coraje, este concepto es Parresía.
Parresía significa tener el coraje de decir la verdad o hablar con franqueza
Es decir, tener el coraje de decir todo lo que sea necesario por decir en ese momento, tiene que ver con la libertad de palabra, con la posibilidad de decirlo todo. Para los griegos la parresía era una virtud, una cualidad, un deber y una técnica, o sea, era un montón de cosas, pero por ahora nos vamos a concentrar en la parte de virtud. Para los griegos, era la virtud que por excelencia debe caracterizar a una persona que esta a cargo de algo. ¿Y a cargo de qué? Pues a cargo de dirigir la relación que tiene consigo mismo y a cargo de los otros de dirigir a los otros en el esfuerzo de construir una relación con ellos mismos. Es decir, para los griegos uno no puede ocuparse de sí mismo, cuidarse a sí mismo sin tener una relación con los otros, o como diría Foucault: “Uno no puede gobernarse a sí mismo sin gobernar a los otros, y uno no puede gobernar a los otros sin gobernarse a sí mismo.”
El gobierno de sí mismo implica tener el coraje de decirse la verdad a uno mismo y a los otros, de hablar con franqueza, es decir, el autoconomiento es algo relacional ya que no podemos conocernos a nosotros mismos de manera aislada, pensándonos como un ente independiente del mundo. De nada sirve sentarme en la orilla de mi cama y preguntarme quién soy si cuando me lo pregunto estoy pensando solamente en mi existencia y dejando de un lado la idea de que soy una persona atravesada por una infinidad de relaciones, con los otros y conmigo mismo. Por lo tanto, lo que debo de hacer para poder conocerme es observar y analizar la relación que tengo conmigo y las relaciones que tengo con los demás, con la otredad, y ser franco al realizar esta observación, o análisis, ser franco en el sentido de decírmelo todo, a no ocultarme información, a eludir el autoengaño, es decir, tener el coraje de decirme al verdad a mi mismo aunque no me guste.
En pocas palabras, podríamos decir que para hacerte cargo de ti mismo primero debes conocerte a ti mismo; y para lograr conocerte a ti mismo primero debes aprender a cuidarte a ti mismo; y para aprender a cuidar de ti mismo debes observar tus relaciones, las que tienes contigo y las que tienes con los demás, con parresía, es decir con coraje, con valentía, para atreverse a decirse todo, lo bueno y lo malo, lo que nos gusta y lo que no.
Conocerse a uno mismo es un viaje de larga duración que nunca termina pero que tiene que comenzar por el análisis de la relación que tengo conmigo mismo. No podemos comenzar a analizarnos a nosotros mismos pensándonos como un elemento aislado, sino que tenemos que pensarnos de forma relacional: yo tengo una relación con mi propio yo y a la vez establezco un montón de relaciones con otras personas y es en esos acontecimientos relacionales en los que puedo aprender a observar las cosas que pongo de mi: qué actitud tengo, qué ideas genero, qué ideas acepto sin cuestionar, qué creencias tengo, qué gustos, qué cosas puedo disfrutar, qué cosas me afectan en la tristeza, etcétera. Pero recuerden, todo esto primero desde el conocimiento relacional, y ya que podemos establecer un conocimiento de nuestras relaciones, tanto de nosotros como de nosotros con la otredad, entonces podemos avanzar en el cuidado de nosotros mismo, y ya que avanzamos a aprender a cuidarnos entonces podemos empezar a hacernos cargo de nosotros mismos, a gobernarnos a nosotros. Y bueno, con esto al menos ya tienen unas pistas para aprender a conocerse a si mismos, esta es una invitación para empezar este viaje, que nunca termina pero que entre mayor conocimiento tengamos de nosotros mismos mayor riqueza vamos a poder tener para disfrutar nuestra propia vida y poder decir “me hice cargo de mi propia vida y por eso valió la pena haberla vivido entonces puedo morirme satisfecha o satisfecho.”
El cuidado de sí mismo es la vía más certera para el autoconocimiento, así que los invito a avanzar este viaje, a comenzar este viaje del autodescubrimiento.
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